
La capital del Imperio Austro-húngaro conoce fecundas metamorfosis artísticas desde fines del siglo XIX hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial. El año 1918 está marcado por la desaparición de Klimt, Schiele y Moser. Durante esos dos decenios principalmente, se produce la transición sin rupturas del simbolismo al expresionismo. Pese a la persistencia de género y codificaciones bien establecidos, surgen nuevas estéticas en el retrato, el paisaje e incluso la alegoría. Estas nuevas formas toman a veces un giro deliberadamente decorativo. La descripción naturalista evoluciona así hacia un recomposición estilizada de la realidad, que conduce a reconsiderar los puntos de vista, los principios de la composición y la función del color.
Valérie Manuel presenta el movimiento artístico al que pertenecieron Klimt, Schiele, Kokoschka y Moser, describiendo la época y el clima social en el que nació. La película lleva al telespectador a Viena, entre 1897 y 1918. Viena, una ciudad en plena decadencia, donde el arte es el patrimonio de la aristocracia, y donde los artistas, sometidos a la censura, están al servicio del Estado. En un contexto, limitado y poco permisivo, algunos de ellos intentan encontrar una nueva vía y shokean a la burguesía local.